“Dany, ¿qué vas a hacer estos días?”, preguntó mi mamá al verme tirado en el sillón y con la computadora como mi fiel compañera. Su timbre de voz le adhirió seriedad y un dejo de preocupación a su cuestionamiento. Probablemente ella deseaba escuchar una iniciativa que fungiera casi como propósito de año nuevo, algo así como que buscaría trabajo, pero no, por el contrario, no recibió más que un “no sé” de mi parte, a la par en la que me sumergía más en las letras de uno de esos blogs donde no se dice nada, o sea, se dice todo.
“Vete a visitar los periódicos por tu cuenta... no te quedes aquí encerrado”, sugirió doña Sarita, a lo cual respondí asintiendo con la cabeza, mientras ella dijo su última palabra sin siquiera abrir la boca: una mueca acompañada de una mirada cariñosa –e inconforme.
Dos años después de haber ingresado a la carrera soy más desidioso y estoy más confundido que al inicio. En mi caso el tiempo sólo ha servido para advertirme que el periodismo si bien es apasionante, tiene detalles que no se compaginan con mis intereses e ideales (y no me pregunten cuáles son, ni yo los tengo claros).
Recuerdo que estaba a sólo dos meses de salir de la prepa cuando decidí rescindirle el contrato a Contaduría. Evadir impuestos y engañar al SAT parecía divertido, pero no era la clase de diversión que requería en ese momento. La clase de literatura se había robado por completo el curso, era disfrutable hasta el tuétano. La maestra hacía un vaivén entre los textos de Lorca, los tórridos encuentros con su primo en el closet de su cuarto, la precisión narrativa de Azuela, y las enseñanzas que sin querer nos compartía (eso pensábamos la mayoría, pero seguramente ella tenía todo planeado) –con actos, letras y sonidos– al relatar sus peripecias en el bajo mundo de los libros.
Inexplicablemente en las pruebas de orientación vocacional ningún área había arrasado con las demás, en muchas salí relativamente bien, así que ni esos grandes aportes de la psicología ayudaron en mi elección universitaria. Sin embargo, ahora creo que la respuesta siempre estuvo ahí. Cuando no estaba en el salón de clase me encontraba en las canchas, desparramando sudor, que en mis días de mayor egolatría definía como talento. Junto a los Tibiri Tabara intenté encarnar mis propias batallas futboleras, una copia chafísima de las que semana a semana seguía a través del televisor. Hablar, pensar y vivir en los deportes y por los deportes, no podía dejarme otra opción: periodismo (con especialización en el entorno deportivo). Era obvio, ¿no?
Aquel día salí de mi casa pero inevitablemente no pude virar hacia el sur, tierra que me arrebató magnéticamente durante tres años; de pronto descendí de un microbús, en el norte de la ciudad, inconsciente de mí, frente a una escuela que me resultaba ajena, triste, sorda, a la cual un sujeto llamó “FES Aragón”. Aquel día es quizá este día, porque me gobierna la misma sensación de insatisfacción con la carrera, que ni siquiera el inglés y el portugués me ayudaron a superar. Además, tengo incertidumbre por mi futuro laboral, porque el desempleo, el reportero ciudadano y la democratización de la información se unen a mi existencia indecisa, poco precisa, bastante nublada.
Hoy tengo más interés de estudiar literatura universal y lenguas romances que de adentrarme aún más en la opinión pública, la teoría de las masas y la cienciología de las notas informativas. Al mismo tiempo anhelo que el periodismo sea la nave que me permita realizar los dribles, tiros y pases que en los campos he sido incapaz de realizar.
“La palabra tiene poder, debes estar consciente de lo que dices, las ataduras que consigo trae”, Sarita dixit. Por eso preferí no leer esto en voz alta, así no le confiero mis responsabilidades y dicotomías a la lengua de Cervantes, ella qué culpa, ni la debe ni la teme.
4 comentarios:
Estudiar literatura es como estudiar cine, es cierto, es importante y te da herramientas y conceptos que sólo se aprenden en la escuela y que te preparan mucho, pero de eso a que sean indispensables para dedicarte a ello dista mucho.
Afortunadamente las artes son eso, artes, vamos, no es como la medicina o el derecho, no necesitas conocer mil conceptos ni cientos de soluciones para sacar adelante hasta la vida de alguien más.
Yo creo que deberías de terminar la carrera, pues ya estás más para allá que para aca (que creo que está de más mi consejo porque no tienes la mínima intención de dejarla), pero eso sí, no desenfocar a lo que te hace feliz, ya sea escribir, jugar futbol o molestar a Jorge jeje.
El nivel de la FES desanima, es risible, preocupante y deficiente, pero lo importante es que no te desanimes sobre lo que quieres en la vida, ánimo danielín y como diría un buen amigo tuyo: "desenvaina una sonrisa". :D
Danielín, que gran post, al parecer no soy el único insatisfecho con la carrera, las dudas me invaden cada vez más, pero como anota Betín, ya estamos con un pie afuera, ni modo.
Al menos tu redacción y escritura están bien la banda, de hambre no te vas a morir XD.
Pues he aquí el comentario solicitado, Danielín, y creeme que no lo hago solo porque lo pediste, sino porque un blogg así, merece ser comentado. Después de leer sobre tus miedos y dudas, creo que sobra decirte que ya falta menos, que es un mero trámite eso de terminar la carrera, titularte, porque cuando sales al mundo y encuentras un trabajo, te das cuenta que en la escuela solo estabas viendo un panorama que dista mucho de la realidad. Es completamente distinto todo, lo que te enseñan VS lo que vale en un trabajo. En la escuela te enseñan conceptos, pero, la vida laboral te va a demostrar que no te va a servir mucho de lo estudiado, jajaja (que si lo sabré yo). Por eso, consejo, termina la carrera, consigue un título y en un futuro, puedes estudiar eso que tanto te apasiona, porque el talento, lo tienes.
=)
No. Me niego a darte un consejo, Medianil. Es tu vida y haces lo que quieres de ella. Es más, creo que ya lo estás haciendo, acaso no te des cuenta aún.
Primero: tienes este blog en el que escribes de manera espontánea lo que sea que atraviese tu mente, procurando utilizar al máximo la inteligencia, el ingenio y, sobre todo ese gran corazón tuyo, cualidades que nos permiten asomarnos a ese complejo abismo de tu alma que exuda una profunda humanidad y sensibilidades no muy comunes entre los jóvenes de tu edad.
Segundo: cuando decides ejercer tu derecho a la libertad de expresión, lo haces siempre con el compromiso (tácito, quizá) de ser sustancioso, propositivo y honesto a la vez; tus palabras son forma y fondo, dificil en un medio habituado tanto a la nota de relumbrón como a la crítica sin fundamento (me refiero al del periodismo en México, aunque no todo, claro :)
Tercero y último: tu voz es portadora de conciencia y sabiduría, combinación que se antoja inverosímil dado el relativamente corto tiempo de tu existencia en este planeta, pero que perfila ya desde ahora un genio y una predisposición a buscar lo que los grandes de la literatura han perseguido desde Gutenberg: no la página perfecta, sino un espacio donde la vida, poseída por el espíritu del hombre universal, pueda hacerse tangible, aunque sea por un instante, para que este mundo sea más tolerable.
Prefiero regalar canciones (y desenvainar sonrisas, como sugiere betín) que consejos, así que, como dicen sendos himnos cuyas líricas me he tomado la licencia de mezclar: "Walk on with hope in your heart, Daniel... Walk hard" :D
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