A partir de sus interminables viajes a casi todos los rincones del mundo, Ryszard Kapuscinski describió de manera formidable las características de cientos de razas y culturas, lo cual, aunado a su enorme capacidad de análisis, convirtió sus textos en documentos históricos elementales para comprender a la sociedad contemporánea.
Uno de los mitos que aún persisten en la opinión pública es el pensar que los medios de comunicación son espejos de la sociedad que reflejan fielmente lo que pasa en el mundo, al tiempo que los periodistas son notarios que se limitan a constatar y contar lo que ocurre. Parece mucho más cercano a la verdad decir que los medios construyen la realidad social a partir de sus intereses económicos, políticos e ideológicos. La gran mayoría no sólo reduce la cantidad de información, además informa mal, no contextualiza los hechos, no realiza un escrutinio de las causas que propiciaron la situación.
El lenguaje literario es semánticamente autónomo porque tiene la fuerza suficiente para estructurar mundos expresivos complejos. Entre el mundo imaginario creado por el lenguaje literario, y el mundo real, hay siempre un estrecho vínculo. No se trata de una deformación de la realidad, pero sí de la creación de una realidad alterna -–producto de la intertextualidad– que debe establecer una conexión verosímil con los hechos noticiosos.
En Los cínicos no sirven para este oficio, las guerras civiles, revueltas, independencias y revoluciones, son narradas desde una visión humana que considera al pueblo no como una masa intangible e irracional, sino como un grupo de personas sensibles, a quienes se les ha despojado de todo bien material, de toda fuerza utópica. Los desposeídos encuentran en Kapuscinski un medio que hace eco de sus voces, un compañero solidario, capaz de vivir en carne propia las inclemencias del territorio donde sobreviven.
Entre los factores que favorecen el éxito de toda relación interpersonal, en particular aquella propia del quehacer periodístico, está el reconocimiento del otro como alguien con quien compartimos las mismas necesidades primarias, una expectativa de autorrealización, el sentido de pertenencia y aceptación, y las alegrías y tristezas propias de nuestro andar. Ryszard invita a la reflexión respecto de nuestra relación con los extraños, nos propone comprender su visión del mundo, sus raíces y anhelos en esa búsqueda por convertirnos en mejores seres humanos, no como un acto egoísta, sino como una filosofía de vida.
A lo largo de la historia los europeos han dejado huella de su nulo respeto por las civilizaciones que no comparten su color (blanco), sus principios y su ontología. Presas de su ambición y de un espíritu conquistador, intentaron dominar el mundo e imponer sus leyes y dogmas, sus mitos y costumbres. Aunque en la actualidad la mayoría de los otros se han liberado del yugo imperialista, formando naciones teóricamente independientes, los hechos demuestran que gran parte del poder de decisión de esos territorios continúa en manos del mismo grupo hegemónico, que disfraza su narcisismo y avaricia con la bandera de la democracia y la intención de reducir la brecha tecnológica, eufemismo bajo el cual se esconde el desprecio e indiferencia por el prójimo, a quien se le considera poco menos que un objeto, incapaz de gobernarse a sí mismo.
En el caso concreto de la estadía de Kapuscinski en tierras africanas, es necesario reconocer que los regímenes totalitarios, las rivalidades étnicas, los grupos paramilitares, el terrorismo, la pobreza, la escasez de alimentos, las enfermedades, el saqueo de los recursos naturales y las vejaciones de las cuales han sido víctimas durante miles de años, son las principales razones por las que el continente negro está sumido en la miseria, aunque algunos miopes –denominados de manera pomposa como tecnócratas– lo nieguen, o peor aún, vean como lo más normal, influenciados por el racismo y el estúpido sentido de superioridad.
Un ejemplo claro de la hipocresía del resto del orbe hacia África es el haber designado a Sudáfrica como sede del pasado mundial de futbol. Y no es que su gente no mereciera ser anfitriona de un evento de tal envergadura, ni que el futbol deba ser elitista, pero ellos necesitan mucho más que un deporte-espectáculo, ya que más allá de las breves alegrías, la justa los dejó con problemas financieros aún más agudos. La dificultad radica en que la decisión fue una política del presidente de la FIFA (Joseph Blatter) para asegurarse los votos de la Confederación Africana en las próximas elecciones del organismo. Además, no fue parte de un apoyo integral que busque paliar las miserables condiciones de ¿vida?, persistentes en la zona.
Es falso creer que África es una tierra homogénea. Cada nación, cada raza, cada tribu tiene ritos y hábitos únicos, las circunstancias que las componen son tan diversas como la riqueza natural que las cobija. Sin embargo, la revolución del jazmín y su impacto en los ánimos revolucionarios del Magreb (alcanzando incluso el Golfo Pérsico y los Balcanes) ha demostrado su valentía, su resistencia, su coraje intrínseco. Este movimiento ha dejado una lección para Occidente, en el entendido de que era éste el principal promotor y aliado de los tiranos caídos. Por si fuera poco, ha hecho que ingenuos como yo sigamos esperanzados –aunque sea mínimamente– en que el hombre cese en su intento por exterminarse a sí mismo.
Negro por fuera, verde por dentro, ¿qué es?... No es el aguacate, es África. Negro –muerte y pestilencia– a la vista común, verde –vida– a la vista del alma.
Por último, he aquí el pasaje que resume de manera sublime no sólo este texto, sino la ética de Ryszard Kapuscinski: “
Kapuscinski, Ryszard. Los cínicos no sirven para este oficio. Barcelona. Ed. Anagrama, 2005, pp. 124.
1 comentario:
Vientos Danielín, me gustó :D
La armas, la armas... y aprende de Kapuchino... se aventó a ir a África sin miedo ;)
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