Lo prometido es deuda y para mí es un placer pagar: he aquí mis impresiones sobre los equipos que en unas horas iniciarán su camino en esta Euro 2012.
Grupo B
A la gama de múltiples fortalezas que
los alemanes siempre han mostrado para el futbol, se le ha sumado una más en la
última década: la creatividad. A partir de una restructuración ideológica
(abrieron las fronteras a los jugadores de Asia, América Latina y África),
administrativa (construyeron estadios inteligentes, cómodos y bellos para regocijo de los aficionados; sanearon las finanzas de sus clubles; y repartieron equitativamente los
derechos de televisión) y de las selecciones menores (jamás se
había visto que jugadores de ascendencia turca, polaca o ghanesa fueron tomados
en cuenta), dejaron de ser pragmáticos e hicieron de la técnica y el juego a
ras de césped los orfebres de su nuevo arte. Ahora, salvo Mesut Ozil, todos juegan
al interior del país.
Cierto es que, contrario a lo que
dictan los cánones y la memoria, Alemania no cuenta con una defensa sólida. Sí, tienen a Philipp Lahm,
uno de los mejores laterales del mundo, pero salvo Hummels, los
demás son inconstantes y no tienen el liderazgo necesario para ser parte de la
zaga. Esto, aunado a la riqueza en el medio campo y en el ataque, obliga al conjunto alemán a volcarse totalmente a la ofensiva. Sabe que si le meten dos o tres goles, es capaz de convertir cuatro. Será, en términos boxísticos, un auténtico fajador.
Y a decir verdad, tienen combinaciones
de sobra para hacer daño y contrarrestar la presión de ser, junto con España,
el máximo favorito del certamen. Los
teutones pueden llegar a la final, sobre todo si apaciguan a tiempo la
vehemencia y motivación que el resto de las selecciones sienten cuando a ellos
se enfrentan. Ser el país más poderoso del continente tiene sus desventajas.
Portugal y la carabina de Ambrosio. Ah, sí, y Cristiano y Nani y Meireles y Pepe
y bla bla bla. Esos figurines que hacen
y deshacen en sus respectivos clubes, pierden los poderes cada vez que los visten
de vino y verde. No se parecen en nada a la generación subcampeona de
la Euro 2004 y cuarto lugar del Mundial 2006 donde, curiosamente, fue derrotada por
Alemania (su primer rival en el presente torneo) en el partido por el tercer
lugar.
¿Y por qué el mediático, mamón y piernón (no lo digo yo, él se empeña en hacerlo evidente cada vez que, patéticamente, se alza el short
cuando mete gol) de CR7 no juega igual con su selección que con el Real Madrid?
Fácil –¿o no?–: porque no es lo mismo ir por la vida montado en un tanque blindado y
desde ahí ametrallar a cuanto soldado raso se ponga en frente, que andar a pie y
depender totalmente de tu agilidad –al tiempo que estás pensando
“a ver a qué hora se cansan o se distraen, a ver a qué hora salen huyendo o se vuelven locos estos que, en teoría, me cuidan la espalda”–. Y ya entrado en esa dinámica, Cristiano se
diluye entre risitas de incredulidad, se mira en la pantalla gigante y busca consuelo en el grito de sus más fervientes fans: “¡eres el único!”
En fin, muchachos, hablar de los lusitanos
es como hacer un Ensayo sobre la ceguera
que produce el libro sagrado que ellos tanto adoran: El evangelio según Jesu-Cristiano.
Holanda ha llegado a los últimos torneos internacionales (dos Euros y un Mundial) como uno de los tres candidatos a
llevarse el título. Ha querido ganar con el futbol total, y no ha podido. Ha
querido ganar con un futbol semilento, precavido, de mucho toque cadencioso en el centro del campo, y tampoco así ha podido. ¿Qué hacer ahora? Morirse con
la tradicionalmente suya: el juego veloz por las bandas, las gambetas, paredes
y triangulaciones largas, el intercambio de posiciones, la movilidad de los
delanteros y la descomunal pegada de media y larga distancia.
Y si a todo lo anterior logran
agregarle una mayor dosis de carácter (no confundir con fuerza bruta, como la que aplicaron Van
Bommel y De Jong en la final de Sudáfrica 2010), fuerza mental y solidaridad
para presionar desde arriba y así apoyar a su dubitativa defensa, entonces sí la naranja mecánica romperá la maldición a
la que los dioses de este deporte la condenaron luego de arrebatarles el monopolio del futbol exquisito (a principios de
la década de los 70) y compartirlo con el resto de los
mortales.
Si además de tener la suerte y la
historia en contra, Bert van Marwijk (DT) decide, por segundo tornero consecutivo,
traicionar la filosofía del futbol holandés, entonces Robben, van Persie,
Sneijder, Afellay, van der Vaart y compañía, habrán perdido los mejores años de
su vida. Prefiero mil veces que mueran en el intento a que sobrevivan
frustrados, apagados, confundidos: agrios y podridos como la última naranja del costal, aquella que nunca fue exprimida.
Finalmente aterrizamos en tierras
nórdicas, en Dinamarca. Su representativo para esta justa es más frío que el
invierno en Groenlandia (territorio que forma parte de esta nación). No tienen
las herramientas necesarias –más allá de la explosividad de Rommedahl, el
oportunismo de Bendtner y la elegancia del novel Eriksen– para colarse a cuartos
de final.
Ni siquiera la experiencia, el
liderazgo y la ductilidad del capitán Agger (puede jugar como lateral izquierdo,
así lo hizo con el Liverpool durante el final de temporada), bastan para que los
daneses se atrincheren con seguridad y salgan a la contra, aumentando con esta estrategia sus posibilidades de derribar a sus rivales. La única batalla de la
que posiblemente salgan avantes, es contra Portugal. Harán un papel digno y
opondrán bastante resistencia, sin embargo, en este sector serán Alemania y
Holanda quienes avancen a la siguiente ronda.
Es todo por hoy, queridos lectores. Recuerden que en unas horas estará disponible el post correspondiente al Grupo C. Mientras tanto sigamos disfrutando de esta Euro que amenaza con ponernos eufóricos.
2 comentarios:
Portugal a mí manera de ver sólo fue a pasearse y hacerle promoción a sus estrellas, que más que futbolistas son mera mercadotecnia. Alemania y Holanda son mis gallos en ese orden respectivamente.
Por cierto, ya vimos que Adán se discutirá con la pizza!
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