viernes, 25 de enero de 2013

Sentipensando el sur

Una vez más, una vez más todo conspira contra mí. Yo mismo conspiro contra mí. Me levanté tarde, no comí, elegí la peor ruta, salí a la hora pico. Todo, como siempre, todo lo hice mal. Camino y camino, la fila no termina. Me agobio, me desespero, estoy sudando, las manos me tiemblan y el rostro lo llevo desencajado; sufro por anticipado. Busco a alguien conocido y nada. La fila continúa dos estacionamientos después, esto no puede ser posible, como si de veras les gustara tanto él. Si no lo veo me muero, tengo el presentimiento de que es ahora o nunca. Hace 4 años no fui por un examen, hoy no había pretexto. Carajo, ve hasta dónde me tocó. ¿Desde a qué hora están formados los de adelante? Ni que fuera un concierto. Son las 4:45; ya valí.

Ya váyanse, no van a entrar, hasta aquí son más de 3 mil personas y la sala sólo tiene capacidad para mil 500; ni modo, a'i pa' la otra, dice el señor de la UNAM. Al carajo, yo me quedo, a ver hasta dónde avanza la fila pero yo no me salgo. Antes prefiero dar portazo o armar un mitote con otros para que nos dejen entrar. ¿Por qué no previeron esta situación? ¿Por qué no habilitan los cines y las salas alternas para que, por lo menos, el evento se vea en pantalla? ¿Es tan difícil organizar algo bien? ¿Así quieren que esté orgulloso de la Universidad en la que estudié? Y todavía se pavonean diciendo que "somos la mejor Universidad del país y una de las mejores 50 del mundo". Sí cómo no.

Ya cállense, o serán la gota que derrame mi vaso. Esperen callados y si no lárguense. No lo dije en voz alta pero como si lo hubiera dicho. Allá van, prefirieron ir a la Facultad donde Gael García está presentando su película. Es buen actor pero está sobrevalorado, ¿no? Vaya, a mí qué, yo ni charolastra soy.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho. Hasta aquí, advierte el vigilante. Una más, una ronda más. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete (¡sí!, ya la hice, ¡no que no!), ocho. ¿Adónde me llevan? ¿Sí habilitaron los cines? Que suba por ahí, ah no, por allá. No que siempre no, regrésate, ve a la derecha y sube por esas escaleras. Bueno pues quién creen que soy, decídanse o... No puede ser cierto. Las piernas me flaquean más que cuando regreso de correr y la pendiente del Cerro de la Estrella se burla de mí. No hay ventanas, Dios, me hace falta aire y un buen pellizco. Que me siente ahí, uno más a la derecha, junto al sombrerudo. La suerte nunca ha sido mi compañera, entonces ¿qué pasó? Entré, lo voy a ver en vivo y... y... Esto no puede ser real, deja me pongo mis lentes. Agua, necesito agua. El destino siempre me ha dado la espalda, ¿por qué hoy no? 

No debemos grabar. No lo hubieran dicho, toda prohibición invita a romper la regla. Ya todos traen sus cámaras y celulares en mano. ¿Y ahora con quién se están tomando fotos allá abajo? ¿Cuauhtémoc? Eso dicen dos señoras que están atrás de mí. Ah, claro, Cuauhtémoc Cárdenas. Ese traidor, ojalá tuviera la mitad de los huevos que tuvo su papá. Ése sí fue presidente y no pedazos. Tercera llamada, ya, tercera llamada, siéntense. Datos, más datos, ya que salga. Se me secó la boca, ¿dónde puse las pastill... ¡¡¡Ahí está!!! Es él. Contengo las lágrimas, pensé que esta dicha me estaba negada. Lo aplaudo, sonrío como tonto. Agita su manita y camina lento hasta su silla en medio del escenario. Lo bañan tenues luces rojas y moradas. 

Estoy realmente tocado. Soy un agradecido de escuchar sus historias en vivo. Da igual si sólo está leyendo y no interactúa. Da igual, tenerlo aquí entre nosotros ya es bastante alentador. Porque nosotros somos los otros, los nadie, los hijos de los días.

No, no te vayas. ¡No, por favor, Dios, que no termine! Se me sale una lágrima y volteo a la derecha, este cuate no me vio, menos mal. Le aplaudo incluso cuando ya no está, me dejo caer en la silla, deslumbrado. Pásale, ni que tuvieras tanta prisa, total, ni tu sombrero ni tu mala leche van a arruinar este día. Me quedo ahí dos minutos, absorto.

Señor, disculpe, ¿y los baños? Vaya payaso, ¿o era sordo? Qué va, me tiro de a loco. Ni que lo necesitara, si aguanto hasta mi casa. Dany, dice alguien. Volteo. Hola, cómo están, qué gusto, vámonos juntos, ¿va? Ya están. Son Mar y Lidia, unas amigas muy queridas y simpáticas. Siento pena de verlas, me invitaron a venir con ellas hace como un mes, les dije que no porque creí que vendría con alguien más, y nada, al final vine solo. 

Me siento protagonista de la canción de Los Bunkers: "llueve sobre la ciudad, porque te fuiste y ya no queda nada más"… ¿Entonces qué? ¿Nos lanzamos así o esperamos el camioncito? Así, a mí no me molesta que me cubra la lluvia. Claro, es la mar, del agua viene y al agua va. A mí también me gusta mojarme, vámonos caminando hasta el Metro. Sí, muy bien, todo es ánimo. Y cómo no si el rayito más cálido del sol de la bandera charrúa nos acaba de calentar e iluminar.

Pero ese calor se quedó sólo en el alma, porque a la mitad del camino el cuerpo ya me tirita. La lluvia intensa y los vientos del sur aplacan hasta a los muchachos más aventados. Córranle, nos deja el Metro. Sí llegamos, no, ¡sí! ¡Eh! Hasta sentados. Separados pero unidos por la misma experiencia compartida hace una hora. Adiós, cuídense, voy a probar la línea dorada; gracias, gracias, igualmente. Un besito, chao.

Caray, mi chamarra apesta a humedad. Aquí hace calor, préndanle al ventilador. No me malvea, señor, vengo así porque caminé bajo la lluvia. A usted seguro le llueve en su vida y por eso se la quiere cobrar conmigo. Al fin que yo me bajo a la otra.

Así, con pasos lentos y torpes, saltando charcos y luego de los palos que me propinó la angustia, mi mente y el clima, me voy arrimando a un día feliz.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gustó, ahijado.
Como no leí bien tu post de Facebook no sabía qué onda hasta que lo leí detenidamente =P
Está padre, te aventaste más de un año sin usar esta bonita herramienta llamada blog pero valió la pena la espera.
Espero leerte más seguido.

Unknown dijo...

¡qué honor, Dani! :)